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La sociedad necesita aceptar que para que un sistema funcione se necesita tener un balance, y esto significa: igualdad.
Según el diccionario de de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra paridad significa: “igualdad de las cosas entre sí”. No tiene nada que ver con parir. Y es un derecho de las personas donde la equidad es el punto central, tanto para mujeres como para hombres.
El tema de la igualdad de género ha sido causante de largos debates desde hace décadas en el ámbito nacional e internacional, y su preponderancia en la sociedad contemporánea hace que se ahonde más en él con el pasar de los años.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que a pesar de los progresos realizados en este campo, las mujeres representan el 60% de los más pobres a nivel mundial, menos del 16% de los parlamentarios, las dos terceras partes de los analfabetos y son objeto de violencia sistemática, tanto en los conflictos armados como en la intimidad del hogar.
Panamá no escapa de esta realidad, ello sin importar las clases sociales. Sigue siendo un país atrasado en este sentido, a pesar de los avances económicos y de la infraestructura del mismo.
A nivel profesional, sí es cierto que hoy son más las mujeres y niñas que se preparan y reciben educación, sin embargo, sigue existiendo un desbalance, particularmente entre la población rural e indígena. Mientras que, a los niveles secundario y terciario la matrícula femenina supera a la masculina.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) resalta en sus informes que los logros educativos de las féminas no se reflejan en el mercado laboral en términos ocupacionales y salariales. De allí, la menor participación de las mujeres entre los empleados formalmente remunerados.
En el ámbito político, la realidad es que las mujeres contamos con muy poca participación y representación. Los datos históricos apuntan que no fue hasta el 2 de febrero de 1945 que tuvimos el derecho al voto, gracias a Clara González de Behringer.
En el 2012 se discutia el proyecto de reformas al Código Electoral, en este se solicitaba que las candidaturas a un puesto de elección popular estuvieran compuestas 50% por hombres y 50% por mujeres. La exdiputada Gloria Young dijo en ese entonces que: “son las mujeres las que buscan los votos, las que coordinan las reuniones, las que llenan los buses”. Por otro lado, la exprocuradora Ana Matilde Gómez, en su cuenta de Twitter, también escribió: “Estás invirtiendo en la educación de tu hija? Ves a tu hermana quemarse las pestañas en la U? Para q sea la vice, sub, o sirva café? #PARIDAD”. -A la fecha, en pleno 2016 todavía sigue la lucha.
El IV Informe Nacional de la Mujer en Panamá muestra que del total de las postulaciones a cargos de elección popular en las elecciones generales del 2004, las mujeres representaron el 15.7%. En lo que respecta a las personas electas (aquellas que fueron proclamadas por el Tribunal Electoral), los hombres representaron el 86%, mientras que las mujeres obtuvieron el 14%.
Llama la atención que la mayoría de las mujeres que resultaron proclamadas para un cargo de elección popular, ocuparon la posición de suplente. Esto a pesar de que el Código Electoral panameño establece que los partidos políticos, en sus elecciones internas, deben postular al menos un 30% de mujeres como candidatas a cargos de elección popular. Las modificaciones exigen el 50%, para que hombres y mujeres puedan competir de manera justa, y que los partidos se comprometan en capacitar a más mujeres para que concursen libremente en las elecciones internas y así puedan acceder a los diferentes órganos del Estado. En América Latina se aprobó constitucionalmente en Bolivia y Ecuador.
La importancia de la igualdad de género es una de las metas del tercer milenio por parte de la ONU. Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, resume su importancia en la frase: “Allí donde las mujeres tienen educación y poder, las economías son más productivas y sólidas. Allí donde las mujeres están plenamente representadas, las sociedades son más pacíficas y estables”.
Los diferentes estudios hechos por organizaciones internacionales, apuntan a que muchos de los problemas de la sociedad de hoy se dan porque no existe un balance en la toma de decisiones, y se ha demostrado que una estrategia de desarrollo eficaz requiere que las féminas jueguen un papel central. Cuando las mujeres tienen mejores oportunidades de incorporarse plenamente a las actividades económicas, sociales, políticas y culturales, los beneficios pueden verse inmediatamente en la familia, en la comunidad y en la sociedad.
En un artículo escrito por la catedrática Urania Ungo, en la revista virtual Istmo, se encierra la célebre frase de Rossana Rossanda: "Las grandes palabras de la política, especialmente las bellas -democracia, libertad, igualdad- son femeninas, y a la inversa, las palabras de poder -estado, gobierno, partido- son masculinas". La metáfora se presta para diversas interpretaciones, pero lo cierto es que todos estamos llamados a pedirle al Estado que cree normas y espacios para la equidad de género, con el fin de que la democracia sea para todos y todas, solo así veremos una mejora integral en la sociedad.
(Artículo publicado en el 2012)