Vie, 03/04/2016 - 20:11
- Reportajes
A medida que la ciudad crece vienen los cambios, hay quienes están dispuestos a dejarlo todo y empezar de cero.
La ciudad crece, las calles se vuelven casi intransitables, los precios de las viviendas están por las nubes, y podríamos seguir mencionando... A lo mejor es como dice el cantautor uruguayo Jorge Drexler, “todo se transforma”. Pero bien, dichas características mencionadas junto a otros motivos son considerados para irse de la ciudad y empezar en el interior.
Vivir después del puente podría ser una frase que causa caras de asombro o signos de interrogación; sin embargo, aunque parezca raro para algunos capitalinos y, por lo general, sean las personas del interior las que se mudan al centro, hay quienes prefieren hacer un cambio en su estilo de vida.
También se le conoce como emigración interna, y entre otras causas se puede mencionar el desarrollo económico del que gozan algunas provincias actualmente, un auge que trae consigo opciones laborales y, por consiguiente, mudarse.
“Yo crecí en ciudades, amo ir a los cines, museos, a clases de esto y de lo otro, la vida nocturna, los restaurantes, los ‘malls’… ¡ufff!, el ‘mall’ es como un lugar de neutralidad, seguridad, descanso… en fin en la ciudad tienes todo a la mano, solo basta con que pases la tarjeta y al escuchar la campanita de la caja “casssshhh-in” tus deseos se vuelven realidad, cuenta Antawara Ibarra (quien es diseñadora gráfica y publicista de profesión). Antawara junto a su pareja tomaron la decisión de vivir en el interior. Y menciona, “al principio me fui porque estaba enamorada, poco tenía que ver con salir de la ciudad. Estando en Bocas del Toro, descubrí que tenía más de lo que necesitaba y que lo que necesitaba para vivir no estaba en el centro comercial”. Fue así como después de irse a Canadá por dos años, deciden residir en Penonomé; “estaba cerca de la ciudad, tiene un ‘mall’, restaurantes, cines, actividades culturales y podíamos vivir lo suficientemente lejos para disfrutar la vida de campo”, menciona, y explica que después de pasar tanto tiempo en el frío, los 40 grados de calor eran insoportables. Por lo que se mudaron a El Valle de Antón.
Pero hacer un cambio de este tipo puede parecer arriesgado e incompresible para algunos, nuestra entrevistada explica que ha recibido todo tipo de miradas: de sorpresa, felicidad, envidia, emoción, pero la más común es de indignación; “a algunas personas les parece que paso páramo y carezco de ambición; sin embargo, mis necesidades no son las mismas que tengo en la ciudad, por ende, mis ambiciones no pueden ser las mismas, mis ambiciones no son terrenales”, dice.
¿Qué hay en El Valle?
Se le considera el lugar de la eterna primavera; este destino, considerado como turístico, a pesar de ser pequeño y de estar alejado de la carretera Interamericana, cuenta con diversas inversiones turísticas, diferentes tipos de restaurantes, hoteles, un supermercado Rey, una sucursal del Banco Nacional; “en cinco años, El Valle no será igual al que tenemos, manifiesta Antawara y añade: “Tenemos un mercado, una calle principal, muchos comercios pequeños, un zoológico, árboles cuadrados. Ya son dos años viviendo aquí y este va a ser nuestro tercero, así que vamos por un buen camino”.
Vivir adentro o afuera
Según cifras del último censo, la provincia de Panamá es la de mayor acopio de la población urbana, y lo seguirá siendo, apunta el arquitecto panameño José Isturaín, quien adiciona: “Si bien es cierto que la ciudad es un caos, según datos de la ONU, se estima que para el 2050 más de 6,000 millones de personas vivan en las ciudades; por lo que no creo que la gente deje de vivir en la ciudad de Panamá”.
Para Isturaín, lo que puede suceder es que muchas personas se desplacen buscando más tranquilidad hacia el interior, y algunos otros se desplazarán producto de la “gentrificación”, pero la ciudad seguirá creciendo. Y añade que cuando habla de crecimiento no solo se refiere a crecimiento de territorio, sino de densidad de población.
Por otro lado, en lo que respecta a la ciudad y a su funcionamiento, para Antawara “las ciudades son mágicas y es muy fácil caer en el vórtice de estar siempre ocupado y siempre con alguien, nunca solo”. Para ella, la vida en el interior tiene muy poco en común con la vida en la ciudad, por lo que la comparación podría darse de otra forma, “a diferencia de la ciudad, nunca había tenido que lidiar con animalitos, he matado tarántulas, alacranes, etc... hay humanos en la ciudad que adoptan las personalidades de estos animalitos”.
Hay quienes la llaman la jungla de concreto, refiriéndose a todo lo que se puede encontrar detrás de muros de concreto y calles de asfalto.
Pero el llamado a dejarlo todo y empezar otra vida les pasa a muchas personas. Otro relato contado en el sitio conexionbrando.com habla del tema, desde la experiencia de un periodista argentino, quien cuenta su historia: “El último año en que estuve en ciudad y oficina, me preguntaba si, en verdad, mi intención era escapar o si solo necesitaba vacaciones. Tenía una carrera afianzada y un puñado de libros periodísticos editados. No me podía quejar: trabajaba como editor de una reconocida revista; sin embargo, seguía soñando con casitas con chimenea en medio de la nada”. En resumen: renuncia a todo y se va a vivir a un pueblo a 100 km de la capital. Así también explica que un psicólogo amigo tiene la teoría “de que uno no decide irse. No se elige vivir afuera —repite—, la ciudad es la que te echa”.
La otra cara de la ciudad
Ya sea que guste o no, lo cierto es que en la capital existen muchas oportunidades de trabajo y estudio en comparación con el interior del país. No es tan fácil abandonarlo todo para empezar de cero en otro lugar.
En la urbe hay mejores opciones de entretenimiento, servicios médicos y transporte, hay de todo. Pero así también, la contraparte es el costo de vida, los alquileres están desde los $800.00 (una recámara) en adelante, para apartamentos ubicados en lugares céntricos. Para una familia de cuatro personas, las opciones pueden estar limitadas, e incluso para encontrar un cuarto.
Al hablar de crecimiento se debe tener “límites y debemos tratar de ser lo más sostenibles posibles dentro del territorio destinado a ciudad”, opina Isturaín, y agrega: “El interior, debe empezar a delimitar su territorio. Algunos pueblos ya se convirtieron en ciudades, pero siguen con la misma infraestructura de pueblo. En conclusión, más que huir del caos, necesitamos organizarlo” .
Para quienes han vivido toda su vida en las provincias aseguran que en Panamá roban a cada rato. Dicha palabra “seguridad”, acompañada de la falta de tiempo, hacinamiento y contaminación (aire, ruido, luz), son otras de las desventajas que compartió Antawara, y que se pueden escuchar de otras personas.
Sin embargo, la decisión de vivir afuera o adentro tiene un precio y todo dependerá del estilo de vida de cada quien, de lo que se quiere, de las ambiciones personales, apuntan los expertos.
Existen ciertas consideraciones que valen la pena tomar en cuenta antes de mudarse, los psicólogos explican que los cambios son siempre buenos y, aunque dejemos atrás numerosos buenos recuerdos, hay que pensar en todas las cosas positivas que nos pueden aportar: vecinos nuevos, casa más acogedora, más luminosa, más economía, etc…
Otras recomendaciones por parte de los corredores de raíces son: investigar sobre toda la infraestructura del sitio; si es una familia con niños, hay que verificar la oferta de las escuelas, qué tan cerca están los hospitales, farmacias, mercados o supermercados, el transporte, etc.
Por otro lado, al buscar en Google “vivir en el interior de Panamá”, sobresalen varios proyectos residenciales a precios que comparados con los de la capital resultan ser bastante atractivos o al menos te ponen a pensar, opina Fernanda Arosemena, quien está considerando mudarse para Chitré con su familia el próximo año.
- Etiquetas:
- Reportajes