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Gracias al autoexámen periódico puede ser detectado a tiempo y ser tratado con mayores probabilidades de curación.
Como todos los otros tipos de cáncer, el testicular se constituye de un grupo de células que crecen de forma descontrolada, cerca del 90% se origina en las células germinales, que son las que producen los nuevos espermatozoides.
La incidencia más marcada es entre los 15 y los 40 años y los factores de riesgo no están muy claros todavía y es muy poco probable que tenga componentes hereditarios, sin embargo, los pacientes con algún testículo no descendido al escroto presentan mayores probabilidades. Pacientes con el Síndrome de Klinefelter o infértiles también deberán estar más atentos.
Es un cáncer poco frecuente y en nuestro país existe un subregistro de la enfermedad. Sin embargo, se estiman alrededor de seis casos por cada cien mil habitantes. Entre un 90-95% de los pacientes sobrevive con el tratamiento siempre y cuando el diagnóstico sea en un estadio temprano. El tratamiento puede ser una orquiectomía radical (extirpación del testículo), quimioterapia, radioterapia o una combinación de estas.
En la mayoría de los casos no produce síntomas. “Un pequeño porcentaje de pacientes puede presentar dolor y esto es porque el cáncer de testículo crece muy rápido, es una enfermedad muy agresiva”, señaló el Doctor Bruggiati. En pocas ocasiones se puede sentir un dolor lumbar o notar un edema o un aumento en la sensibilidad del escroto. Ante cualquier síntoma se recomienda acudir al urólogo de inmediato.
“Se recomienda a los pacientes masculinos realizarse un autoexamen por lo menos cada tres meses, que consiste en palparse el testículo con la yema de los dedos, apretando con el dedo medio, el índice y pulgar, en búsqueda de alguna masa dura. Debe verificar los bordes, consistencia, si produce dolor y, sobre todo, comparar un testículo con otro, principalmente en su forma y su textura”, indicó el Doctor Bruggiati.
Una señal que apunte a un posible cáncer de testículo es una induración (masa dura), redondeada, alrededor del tamaño de una canica. Se pueden detectar otras lesiones no cancerígenas, tales como el varicocele (agrandamiento de las venas dentro de la piel que sostiene el escroto) o se puede confundir con el epidídimo (protuberancia propia del testículo en el área posterior completamente normal) y se puede llegar a detectar también agua retenida en el testículo. Con un ultrasonido escrotal se pueden confirmar estos diagnósticos.
No existe una prueba sanguínea para detectar el cáncer de testículo, sin embargo, si existe una medición para ciertas sustancias que pueden ser liberadas por el tumor y sirve para darle seguimiento al paciente antes y después del tratamiento.
Importante destacar que el paciente puede tener una vida sexual activa luego de la enfermedad, ya que un solo testículo es suficiente para producir la cantidad de hormonas necesarias.
“A través de la educación es necesario romper el tabú del autoexamen, pues esta condición es fácilmente detectable y con grandes posibilidades de curación”, concluyó el Doctor Carlos Bruggiati, urólogo del Centro Médico Paitilla.
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