En mis dos años corriendo, que incluyen 4 Media Maratones, aún no había tenido la experiencia de correr la Media Maratón de San Isidro en Pesé. Así que este 2015 era el año para hacerlo. En mi mente había planificado una amplia preparación con mi entrenadora, pero en la ejecución tuve un viaje complicado para este cuerpecito, y si lo confieso, una alta dosis de pereza que me atacó en varias semanas.
Pero eso no me detuvo, y nos fuimos para Chitré. Porque donde existe la fuerza de voluntad, existe una manera de cumplir las cosas. A pesar que dos semanas antes mi papá cuestionó mi preparación para la carrera. Él se preocupa, me vio vomitar la vida por la ventana del carro en plena Calle 50 tras mi primer intento de una Media Maratón. Y el Dr. Mezquita siempre ha dicho que fondo es un capricho mío, porque soy muy alta para hacer distancias largas, a mi cuerpo le cuesta más. Pero a mí me gusta hacer fondo, y él y mi mamá son los primeros en apuntarse para acompañarme a las carreras.
El día antes nos fuimos en carro a hacer el recorrido. Se me retorció el estómago de tantas lomas, y pensé: “¿por qué no me paré a entrenar aquel martes? ¿O aquel miércoles que subieron el Cerro Ancón?”. Pero qué va, ya era muy tarde, las lomas estaban encima y había que atacarlas con el trabajo que había hecho. Está de más decir, que pensé toda la noche en el recorrido y cuál sería mi estrategia. Y al final y para poder dormir llegué a la respuesta. Básico: disfrutar. ¡Esa es la clave de correr y de la vida! Porque cuando en la vida se te presenta un lomón que tienes que subir, inclina el cuerpo, acorta el paso y ¡gózalo!
La mañana de la carrera seguía nerviosa, no sabía cómo iba a responder mi cuerpo, ni mi mente (la mente es clave en distancias largas). Pero estaba emocionada por correr en Pesé, y cuando arrancaron los corredores y encontré mi ritmo, mire a mi alrededor y comencé a disfrutar. Me sentía bien. Había tenido una molestia en los tendones de la rodilla izquierda desde semanas antes, pero ni eso me molestaba (el poder de la mente).
Mi parte favorita de las carreras largas es cuando vienen regresando los corredores élite, o sea los de verdad. Yo, por lo general no he llegado ni a la mitad del camino y ya ellos están regresando: Castelblanco, Pelenchín, Williana, a todos les hago porras en el camino como una fanática más, no puedo evitarlo, me emociona ver cómo vienen volando máquina.
Después de la última loma asesina en Pesé, entramos al pueblo para el último par de km antes de llegar a la meta. La parte más linda de la carrera, los locales en el portón de sus casas con mangueras para refrescarnos y darnos ánimos cuando ya el cuerpo quiere rendirse y el sol comienza a picar.
Llegue fresca a la meta luego de que dos compañeros me fueran a buscar y acompañarme los últimos metros. No vomité (lo cual siempre es un logro), y lo mejor de todo, lo disfruté. Pesé fue una superexperiencia, el ambiente, el compañerismo, la buena vibra de la gente, y otra demostración más a lo largo de 21 kilómetros y tantos corredores, de la increíble capacidad del espíritu humano.