Jue, 11/11/2021 - 09:28
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Panamá le debe a la diseñadora el reconocimiento de su labor de promoción de la cultura y el patrimonio nacional, debido a su empeño por recuperar y visibilizar las técnicas textiles artesanales de las molas, elevándolas a la categoría de alta costura.
Por: José Luis Callejo
Editor y crítico de Moda
jl.callejo
Ya ha pasado una semana y todavía no puedo asumir tu repentina partida, un inesperado viaje -a ti que tanto te gustaban-, que me deja huérfanos del carisma y el entusiasmo vital que siempre te caracterizaron. Aún recuerdo el día en que te conocí, cuando llegaste a Santander acompañada de Gaby Barletta para participar en la IV Semana Internacional de la Moda de Cantabria. Fue en 2006 y Panamá era uno los países invitados de una gran pasarela, que proyectaba el ‘Folklore y la identidad cultural centroamericana a través de la moda’.
Un año antes, Justine Pasek inauguraba, junto con el embajador de Guatemala en España, una exposición fotográfica del Centro de Estudios Regionales de Mesoamérica (CIRMA), en el Gran Casino Sardinero de Santander. Y sería, precisamente la ex Miss Universo panameña -que ya había lucido tus famosas creaciones-, la que indicara tu nombre para participar en esta singular cita, representando la flora y la fauna nacional, pues, efectivamente, este fue el título de la colección que presentaste. Así, Justine regresó nuevamente a Cantabria y cerró el desfile, y tu aparición en la pasarela hizo que el Palacio de Exposiciones de Santander vibrara con esa alegría tuya que todos recordaremos.
Para entonces, las coloridas mariposas bordadas con la técnica de la moda que trajiste contigo desde Panamá ya se habían posado en los vestidos y las camisas de los invitados. Tú te encargaste de que quedaran grabadas en nuestra memoria.
Desde su llegada, Hélène había cautivado a la organización de la fashion week, y su potente personalidad no dejó indiferente a nadie. Panamá estaba presente en la muestra y la firma de moda ‘Breebaart’ lo enfatizaba, con la piña como baluarte. La conexión se estableció rápidamente y a partir de ese momento los contactos fueron estrechándose, hasta el punto de que hoy siento un gran vacío del país que me mostraste y con que, inmediatamente, quedaste unida, como embajadora de carácter de Panamá.
Anfitriona por excelencia, tu hospitalidad revelaba una arrolladora pasión, que transmitías en cada una de tus emocionantes historias, con las que cautivabas a propios y ajenos. Y es que Hélène Breebaart, ese nombre que muy pocos pronunciaban correctamente y menos aún lo escribían, fue y será siempre sinónimo de panameñidad, eso sí, con el estilo francés más chic. No en vano, la propia ministra de Asuntos Exteriores, Erika Mouynes, ha destacado públicamente su papel como “embajadora excepcional de nuestra cultura y tradiciones”.
Panamá le debe ahora a Hélène Breebaart un reconocimiento por su labor de promoción e internacionalización de la cultura y el patrimonio nacional, ya que es sobradamente conocido su empeño por recuperar y visibilizar las técnicas textiles artesanales de las molas realizadas por los indígenas gunas, elevándolas a la categoría de alta costura. Esta huella indeleble en la historia reciente del país centroamericano va más allá de sus méritos profesionales, distinguidos en noviembre de 2019 por el Ministerio de Cultura de Francia con la concesión de la condecoración de ‘Chevalier de l’Ordre des Arts e des Lettres’ (Caballero de la Orden de las Artes y las Letras). Es hora también de reconocer el perfil humano, los valores y la integridad de una mujer de 79 años, que defendía con vehemencia sus principios y que amaba Panamá por encima de todo. Porque el papel o, mejor dicho, Internet, lo aguanta todo, y las palabras se las lleva el viento, así que hechos son amores y no buenas razones.
No sé si tu persona y tu legado, querida Hélène, tendrán el nivel suficiente para dar nombre a alguna calle, por pequeña y estrecha que sea, en tu adorado Panamá; o si servirán para crear un premio; o incluso que pueda plantearse para denominar un nuevo centro cultural. Lo que sí sé es que tu fuerza, tu coraje y determinación son motivo de ejemplo en cualquier lugar del mundo, y que tu afán por ensalzar el patrimonio natural y cultural del país en el que vivías, independientemente de tu nacionalidad de origen, máxime porque, hoy por hoy, todos somos ciudadanos del mundo. No sé tampoco si la pandemia global que parece que comenzamos a superar logrará hacernos más empáticos con las personas que tienen que dejar atrás los países en los que nacieron para iniciar una nueva vida en otro lugar. Lo que sí sé también es que convertiste Panamá en tu hogar, que lo llevaste siempre en el corazón, y que es el país en el que nacieron y viven tus hijos, Sophie y Guillome, junto a sus familias. Tres generaciones de seres humanos, que han convivido y conviven en armonía con sus vecinos, y que hacen de Panamá un país más moderno y cosmopolita. Todos tenemos luces y sombras, y parece ser que es solamente cuando las últimas luces se apagan que nos paramos a recordar y valorar.
Yo tengo la tranquilidad de haberlo hecho en vida. Respetándote y queriéndote, tal y como tú hiciste siempre conmigo; compartiendo experiencias personales y profesionales, que nos hicieron anteponer la persona al personaje para creer el uno en el otro y crecer juntos, con el convencimiento de que el ser humano es lo más importante. Francesas, panameñas o españolas, las personas -como las culturas con las que convivimos-, sienten lo mismo, tienen emociones similares y responden por igual ante situaciones como la que estamos atravesando actualmente. Queremos vivir, y seguir viviendo, ese sentimiento que tú demostrabas con tanto ahínco y por el que yo te admiraba, por encima de todo. Queremos ser libres, y en eso tú te afanabas constantemente, y vaya que sí lo hacías. Y queremos también expresarnos, cada uno a nuestra manera, para sentirnos y reconocernos.
Artísticamente exquisita, inspiradoramente transgresora y humanamente visionaria, Hélène Pigeon Breebaart permanecerá siempre en nuestros corazones. Serás recordada como madre, abuela, amiga, colega, coach, mentora, confidente y paño de lágrimas. Expresabas amor con pasión, transmitías energía a raudales, infundías seguridad y regalabas confianza -aún cuando a ti te faltaban-, y actuabas generosamente, como tú sabías.
Nos quedó pendiente, mi querida Hélène, el desfile a toda tu trayectoria artística, una ocasión especial que te iba a traer de vuelta a España y que lamentablemente ahora cobra más sentido más que nunca. Ese anhelado desfile en Cantabria, que iba a coincidir además con tu ochenta aniversario, vamos a organizarlo. Tenlo por seguro, porque quienes te queremos sabemos que es la mejor manera de recordarte y rendir tributo a ese espíritu libre que irradió siempre vida e ilusión, y a esa niña que creció para nunca dejar de serlo, incomprendida tantas veces e impetuosamente perseverante muchas más.
Y será en los jardines del Palacio de Soñanes de Villacarriedo, la joya de la arquitectura barroca en Cantabria, en una muestra retrospectiva de tu contribución a la proyección de la cultura y el patrimonio de Panamá a lo largo del último medio siglo. Un emotivo homenaje a la artista y al ser humano a través de su círculo más íntimo. Desde tus hijos, Sophie, Guillome y Jorge Luis, hasta tus amigos más cercanos, Gaby, Aida Helena, Consuelo, Rosanna, Patrizia, Marie Claire, Fernandina, Lisa y Elva, la gran familia Breebaart que tú tan generosamente me abriste y que tengo el privilegio de compartir contigo. "¡Me vas a hacer falta y te voy a extrañar!" Hoy tomo prestadas las palabras, que tú siempre me decías cada vez que regresaba a España para expresarte que nunca te olvidaré y que te echaré de menos el resto de mi vida.
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