- Entrevistas
Ella no necesita introducción, ha cocinado para importantes figuras del mundo, ha creado un imperio en Panamá que inspira a muchos con sus libros de cocina y restaurantes.
¿Cómo fue el primer acercamiento que tuvo con la cocina?
Tenía nueve años y dije: “Esta noche voy a cocinar”. Hice un puré de papas, con la ayuda de la empleada, y le puse colorante azul. En la mesa mis hermanos se pararon y dijeron: “¡qué porquería, yo no voy a comer eso!”. Pudieron decir de todo, pero me quedó delicioso y por más que me criticaron, fue mi primera experiencia en la cocina. Me enseñó dos cosas: la cocina y la parte creativa, así como también hacer lo que más me gusta, aunque los demás no estén de acuerdo.
¿Por qué prefirió especializarse en platillos panameños?
En mi casa me inculcaron el amor por la patria. Mi abuelo fue uno de los próceres de la independencia, siempre hubo ese orgullo por lo nuestro, lo panameño. La cocina siempre fue una fiesta, un día comíamos cubano y otro día panameño. Mi mamá era cubana y había dos cocineras, las dos Juanas: Juana Gómez (de Islas Perlas) y Juana Vega (de Cuba). Aprendí que la comida panameña tiene mucho que ofrecer y se le ha tildado de humilde cuando lo rico está en lo autóctono.
¿Cómo se da el proceso de crear recetas?
La gente creativa no tiene momento, pero mi hora es la “hora de San Juan”, y es a las 4:00 a.m., se le dice así porque es la hora que se despiertan las monjitas a rezar. Yo digo que Panamá sabe a monte, a mar y a frutas tropicales; entonces cuando voy a hacer una receta, pienso en eso. Algo que me hace ser creativa es ver gente haciendo lo mismo que yo, eso despierta en mí algo que me dice: “No me voy a dejar”.
¿Pudiera nombrar algún chef que llame su atención?
Mi mayor inspiración la recibo de la gente común y corriente, esas mujeres que han sabido, a través de la cocina, transmitir tradiciones. Esa es mi mayor inspiración, ir y ver cómo hace ella los patacones, por ejemplo. Porque yo lo que hago es glorificar lo que hace la gente humilde, los que se paran a hacer patria.
Televisión, restaurantes o libros de cocina, ¿qué le gusta más?
Me gusta la parte creativa, aunque cada faceta tiene su belleza. Tener un restaurante es divino, porque recibes respuesta inmediata; la televisión tiene otra belleza, lo que hago para ti lo va a aprender hacer mucha gente. Me encantan los libros porque dejas algo plasmado, que de otra manera se perdería. Son mundos que están unidos, la cocina es un arte muy generoso.
¿Cómo nació Nutrehogar?
Hace 26 años tuve la idea de crear un lugar para los niños abandonados. Hablé con el Dr. Renán Esquivel (QEPD), en ese entonces, director del Hospital de Niño, y me dijo: “Los países donde hay raza negra no hay muchos niños abandonados, siempre hay una abuela o tía que los recoja. El problema en Panamá es la desnutrición”. Así se inició Nutrehogar, hablé con monseñor McGrath y me consiguió una casita en Pedregal. La pusimos divina, la pintamos, conseguimos cunas y comenzamos con Nicolás, un niño de Darién. Después nos consiguieron una casa en áreas revertidas, donde actualmente está Nutrehogar.
¿Cuál es la experiencia más valiosa que le ha dado la cocina?
A mí me gusta hablar de las cosas chiquitas, no de las grandes, y una de las cosas que más me llegó fue de donde salió el nombre “Al Estilo Cuquita.” Tenía el programa “Buen Gusto” y llegaron al restaurante del Bristol unos gringos del Smithsonian, que me contaron: “fuimos a Bocas del Toro y una señora de la isla nos cocinó. Cuando íbamos a sentarnos a la mesa, la señora nos dijo: ‘espérense un momentito’, trajo unos papos y los puso en cada puesto, y nos dijo: ‘al estilo Cuquita’”. Esas son las cosas que más recuerdo, el cómo puedo llegarles a todas las personas.